lunes, 27 de julio de 2009

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NO ME HACE FALTA

Sentada estoy, aquí.

El suelo frío
como único compañero.

La espalda en la pared
me sujeta las sombras.

Silencio.

Luces que engañan.
Un juego de cartas
como pequeño remedio.

Silencio.
El aire hace eco
dentro de mis entrañas.

Mis oídos escuchan
la balada del roce
de telas
que acompaña tu llegar.

Noto una mano en mi hombro
y no me giro a mirar,
no me hace falta.

Se que eres tú,
muerte.
Que vienes a verme,
cada vez que él se va.

martes, 21 de julio de 2009

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ENTRE MIS MANOS

Y anoche decidieron salir. Pasearon juntas por el parque y charlaron hasta que llegó el momento en el que las dos se rozaron. La excitación fue tan rápida e intensa que caminaron deprisa hasta llegar a casa. Abrieron la puerta y el pasillo se hizo lugar perfecto para las primeras caricias. Se chupó los dedos para que las dos fueran igual de húmedas a la cama. Y entre las sábanas, miró su mano y descubrió el amor.Ella siempre estaría ahí.

sábado, 11 de julio de 2009

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RELATO SIN TITULO VII

Entonces tendría que encontrar esa foto como sea. No estaba en el montón que ella había hecho hace un rato con todas las fotos que había encontrado en la caja. Ni tampoco estaba por la habitación, así, a simple vista. Pero no era capaz de recordar otro sitio donde la hubiera podido guardar, que no fuera la cajita. A no ser que la llevara en la cartera. La ilusión la levantó de golpe y fue en busca de la dichosa cartera. Por la cocina, por el salón, en el cuarto de baño, en el despacho. No sabía si podría seguir, por que el dolor que estaba sintiendo en sus entrañas era más grande de lo que jamás pudo imaginar. La invadía la pena, la tristeza, la nostalgia, pero sobre todo, era la impotencia la que la estaba golpeando. Esa impotencia de no poder hacer nada ya, la misma que le repetía que debía haber hablado. Que tenía que haber preguntado. Nunca es bueno dar por hecho nada. Las suposiciones no son buenas compañeras. Y ahora estaba ahí, sin poder hacer nada al respecto. Nada para cambiar lo que había ocurrido. Nada que le devolviera a Ricardo. Nada, excepto una cosa.

Encontró la cartera y como había imaginado, la foto estaba allí. Bien recortada y perfectamente colocada en el centro. Para poder verla bien, pensó. Y una sonrisa se desdibujó en sus labios. Sonrisa que apagaron de nuevo las lágrimas que caían por su rostro sin poder contenerlas. Lágrimas de consolación, por que hasta ese momento no le había quedado claro. Ahora sus dudas desaparecieron. Ahora si sabía lo que estaba pasando. Y entonces pudo hablar con la muerte como portavoz de Ricardo.

En el momento que ella pudo reconocer y aceptar que llevaba años enamorada de él le fue más fácil darse cuenta que él lo estaba de ella también. Entonces, como en una película, recordó todas las imágenes y los momentos, las conversaciones y los silencios. Las miradas, las sonrisas, Los juegos y los despistes. Pero sobre todo los miedos. Esos mismos que les llevaron a no entenderse. Los que hicieron que nunca hablaran. Los que convirtieron en disfraces sus caricias para que no les delataran. Esos que quizás llevaran a Ricardo hasta el extremo. Hasta el filo, para poder decirle la verdad. Que ironía de vida.
Ahora que ya lo sabía, ahora ya no podía decirle nada. Y se arrepentiría toda la vida. A no ser que le echara el último valor a la vida.

Fernando recibió la llamada a las once de la noche. Algo se le partió por dentro cuando escuchó a su hermano darle la noticia. No podía ser. Eso no podía ser verdad. Había hablado con ella la mañana anterior y estaban preparando la próxima exposición.
El dolor aumentó cuando le contó donde y cómo la habían encontrado. En casa de no se quién, en su cama, con una foto entre las manos. Y una sonrisa en sus labios. Descalza, con las uñas pintadas.
Y se quiso morir. Ahora que estaba a punto de decirle lo que sentía por ella.

lunes, 6 de julio de 2009

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RELATO SIN TITULO VI

Se quitó los zapatos y los dejó apartados, a un lado, para que la comodidad fuera su compañera en ese rato que le tocaba vivir. Movió con gracia los dedos de los pies y, mirándolos, recordó como se reía él de ellos. Decía que eran casi de hombre y ella se enfadaba. Un día decidió pintar sus uñas para que el aspecto masculino desapareciera de sus pies, pequeños, coquetos, pero masculinos….
No podía sacar los recuerdos que llamaban a la puerta de su nostalgia. Y reconoció que aquél no sería un buen momento. Sabía lo amargo de lo que le esperaba y quiso implorar fuerzas a quién fuese. No quería pasar por ahí, pero que otra cosa podría hacer. Lo mejor era enfrentarse lo antes posible y con valor, como él le decía siempre. Y recogiendo sus piernas como una niña, empezó a pensar el protocolo que iba a seguir para contemplar todo aquello que ahora tenía entre su cuerpo y el suelo, entre el recuerdo y el olvido, entre la vida y la muerte.
No pudo dejar de mirar de un lado a otro, contemplando las estampas como si no fueran con ella. Las miraba de forma pasiva y las volvía a mirar y remirar, pero no encontraba nada en ellas. Nada que la pudiera sacar de ese saco de incertidumbre.
Silencio, en la habitación y dentro de ella misma. Silencio en las fotos que parecían no querer confesar sus más íntimos secretos. Nada que pudiera llevarla hacia alguna pista. Por lo menos nada que ella reconociera.
La luz del sol se colaba por el vidrio de la ventana del dormitorio y eso producía una imagen casualmente mágica. Las diminutas partículas de polvo que volaban en el aire, se reflejaban en la luz solar que, sin permiso, se adueñaba de todo el espacio. Y el calor, que era amante inoportuno de la luz, envolvía como papel de regalo a toda esta imagen que ella contemplaba desde su rincón. Parecía que tenían vida propia, flotando por todas partes, como miles de campanillas en el país de nunca jamás.
Entonces recordó. Sin quererlo, recordó aquella frase que él dijo cuando se hicieron la primera foto juntos. Aquella foto sería su confidente. Estaba segura de eso. Nuestra primera foto. Este será nuestro principio y nuestro final. Las palabras se repetían en su cabecita una y otra vez. Nuestro principio y nuestro final…..

jueves, 2 de julio de 2009

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RELATO SIN TÍTULO V

Sin saber como, y después de un tiempo irreconocible, consiguió aspirar una bocanada de ese gas necesario para vivir….Volvió a coger la caja y a mirarla con sus ojos castaños y asustados, llenos de esa chispa que los colorea cuando estas emocionada y asustada a la vez por algo. La sujetó de tal forma que hubiera reventado si no fuera por que se dio cuenta a tiempo de la presión que estaba utilizando para abrirla. Y cedió con las manos y con el alma a la vez, ya no podía echar marcha atrás. Ahora estaba allí, delante del verdadero Ricardo, ese que no pensó conocer nunca, ese que siempre se escondía por miedo a ser vulnerable, a ser dañado por los fantasmas que le perseguían, ese al que ella quería..
Comenzó a sacar las fotos una a una y a ponerlas en el suelo, en montones, según el tipo de foto. En las que él aparecía solo, en uno. Las que aparecían ellos dos, en otro. Las de los amigos, las alejó de su cuerpo. Y las de los desconocidos, decidió ni mirarlas. Esas no le dirían nada, nada de lo que ella necesitaba oír. Y así fue engordando los montones, uno a uno, con toda la paciencia y delicadeza que su ansiedad la dejaba.
Y ahora qué, ahora que estaban ahí, en el suelo, todas ordenadas, ahora que iba a hacer con ellas. Que tenían que contarle aquellas imágenes que tenía delante? . Con las piernas abiertas y la falda subida hasta la cintura, ahora era cuando de verdad debía enfrentarse a ellas sin otra cosa que la sinceridad, que era el único arma que tenía para luchar en aquella batalla.